Miguel Delgado
Si hay una cinematografía a destacar en esta nueva década, sin duda esa es la surcoreana, por lo menos desde un punto de vista personal. El nuevo cine de Corea del Sur, famoso por sus soberbios thrillers, ha dado destacadas películas y autores a tener muy en cuenta. Uno de estos es el gran Bong Joon-ho, un hombre que se ha ganado a pulso el prestigio del que ha día de hoy goza. Debuto con la curiosa e interesante Barking Dogs Never Bite, para dar un salto de calidad enorme con la maravillosa Memories of Murder. Y de ahí al cielo: se coronó con The Host (aunque muchos en occidente no han sabido apreciarla), y volvió a la intriga con Mother. Tres obras soberbias a las que ahora sumar otra más: Snowpiercer (Rompenieves), que a pesar de haber sido rodada en inglés sigue tratándose de una producción surcoreana, basada en un cómic francés. Por suerte esté mayor despliegue de medios y ambiciones no se ha traducido en una decepción mayor.
En el futuro, la tierra se ha congelado y los pocos humanos supervivientes viven en un moderno y ultraequipado tres, en el que según los vagones, los pasajeros se dividen en clases sociales. La primera labor de Joon-ho, meter al espectador en situación, lo consigue a la perfección. Esa sensación de agobio, tanto física por lo angosto del lugar, así como psicológicamente. El tren contiene los últimos retazos de un mundo sin vida, y ese fatídico sentimiento sobrevuela con inteligencia la obra. A esto también ayudan un perfecto diseño de producción al que no se le puede encontrar ni una falla y a unos efectos visuales que cumplen igual de bien. La producción más cara del cine surcoreano lo luce de sobra.
A esto sumar unos números de acción perfectamente orquestados, sobre todo el del vagón del agua. Una escena larga y realizaba con una pericia asombrosa. Cierto que hay alguna concesión excesiva (sobre todo en lo referente a uno de los villanos excesivamente duro), que resultan el cabo más suelto de la película. Pero no la enturbia prácticamente en lo más mínimo. Y eso sin contar con los momentos épicos que ponen los pelos de punta y dan ganas de aplaudir con rabia. Pero que nadie se piense que la carga social tan obligatoria queda reducida y simplificada, ya que es esto lo que de verdad gobierna la película. Es esa lucha de clases, y en mayor medida, la condición de la raza humana, nuestra manera de ser, la que hace avanzar al relato, siempre se encuentra presente, y es de agradecer. No es una superproducción blandita ni rebajada. Es muy difícil de ver, con momentos durísimos. Las conclusiones a las que uno puede llegar cuando termina el film son arrolladoras.
Otro punto fuerte es el reparto, formado por conocidos actores angloparlantes casi en su mayoría. El protagonista lo interpreta Chris Evans con una portentosa actuación, que sorprende. En otras películas, como su Steve Rodgers en el Universo Cinemático de Marvel o su papel en Sunshine, se le habían visto maneras, aunque nunca a este nivel. El nivel dramático que aguanta Evans es enorme, y lo lleva con soltura, siempre creíble y emocionante. Entre los secundarios que le acompañan se encuentran unos cumplidores Octavia Spencer y Jaime Bell, con muy buenas maneras, y los veteranos John Hurt y Ed Harris, dos perros viejos que se las saben todas. De entre los demás destacar el pérfido y caricaturesco personaje de una superlativa y aborrecible Tilda Swinton, y el actor fetiche del director, Song Kang-ho, para un servidor uno de los mejores actores del mundo en la actualidad, que aquí realiza un papel de vital importancia aunque no requiera tampoco desplegar tantas virtudes actorales.
En definitiva, una grandísima película, que continua la carrera impecable de Bong Joon-ho. A la primera entra genial, pero a la segunda se reafirma y se descubren detalles interesantísimos, y ese pequeño bajón al final que suponía un exceso de información desaparece. A destacar también la genial banda sonora compuesta por Marco Beltrami, la mejor del compositor en los últimos años. Una pena que no vaya a estrenarse en demasiados cines, y no vaya a tener el éxito que se merece.